domingo, 29 de abril de 2012

El día a día

Habrá quien lo vea una exageración, pero llevo aquí un mes y ya es como si llevara toda una vida. No me malinterpretéis, no soy como George Clooney en Up in the air con su teoría de la mochila emocional minimalista. A esta nómada le cuesta poco empacar pero le cuesta mucho dejar atrás a las personas que se han hecho un hueco en su vida: no es que haya hecho borrón y cuenta nueva, sino que me he acostumbrado a pasear por estos lares llevando en mi mochila a un porrón de gente - por suerte. El caso es que últimamente se me ha secado la inspiración: tan familiar es todo que no sé qué contaros que pueda resultaros entretenido…

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Después de la visita de octubre ya sabía que las zapatillas negras no iban a ser buena idea pero, qué le voy a hacer, cuando las compré no sabía que iba a acabar aquí y todo lo que me interesaba era que eran el mismo modelo que tan buenos resultados me había dado el año anterior – me gustaban mucho más las viejas, grises, que estas –. El paseo de ida y vuelta al trabajo, unos días embarrado y otros muchísimo más embarrado, y los paseillos hasta el pueblo para comer, han dejado mis pobres deportivas hechas un cromo.

Poco a poco me tropiezo menos de camino al trabajo y voy mirando el suelo un poco menos. Hasta he sido capaz de recargar el móvil mientras caminaba un par de veces sin darle una patada a alguna piedra del camino. Sigo rechazando bodas y oyendo musungu a gritos o en susurros, pero me da la sensación de que la gente se va acostumbrando a verme por aquí, al menos en el super y en el bar. Siguen, sin embargo, interpretando que pido un trato de preferencia cuando lo único que hago es preguntar cómo se hacen cosas tan simples como abrir una cuenta en el banco. Aquí las señales y las instrucciones brillan por su ausencia tanto en las carreteras como en las oficinas de servicios, y por mucho que todos nos creamos que las cosas se han hecho así en todas partes de toda la vida, cada vez que una cambia de país toca aprender de nuevo toda la parafernalia burocrática asociada a un sistema diferente.

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No fue el motivo de la mudanza, ni mucho menos, pero la decoración del despacho no motivaba mucho que digamos…

Me he acostumbrado a que las urracas me despierten veinte minutos antes de que suene el despertador y a ir encontrando (y limpiando) los regalitos que me dejan los guecos en los azulejos del baño. Me he acostumbrado a esquivar la piscina que se nos ha formado en el camino al otro lado del valle y a saltar el pequeño grand canyon que las torrenteras de agua post-tormenta están surcando frente al hospital. Me he acostumbrado, sin que eso la haga más cómoda, a escabullirme dentro de la mosquitera cada vez que me voy a dormir, igual que me acostumbré a escalar hasta la cama en la caravana. Me acostumbré a mi oficina, digo, a mi despacho, pero por fin conseguí mudarme a un cuarto dentro del laboratorio. A abrir la puerta del laboratorio no me he acostumbrado – aunque ya le he pillado el truco y sé dónde he de poner el pie para hacer palanca - ni quiero hacerlo. Cambiar el sistema de cierre va a ser una de las primeras cosas que hagamos cuando consigamos dinero de alguna parte.

Me he acostumbrado, también, en contra de mis principios, a que aquí no hay más separación que orgánicos y no orgánicos – me he acostumbrado pero no me he resignado, sigo maquinando a ver si consigo hacer algo al respecto –. Me he acostumbrado a tener el ordenador conectado a la luz siempre que hay para mantener las baterías al máximo y poder seguir trabajando en la multitud de ocasiones en que nos quedamos sin suministro. Me he acostumbrado a tener siempre algo de comer que no haga falta cocinar por si llegada la hora de los preparativos nos quedamos sin corriente. Me he acostumbrado a mirar al cielo y ver venir la lluvia, a sentir la humedad y ver venir la lluvia, a notar el aire caliente y ver venir la lluvia, pero eso no tiene mérito, porque la lluvia siempre acaba viniendo: el pronosticador se puede ir de unas pocas horas, pero no de mucho más.

Pero por mucho que me acostumbre a todo me sigue saltando de vez en cuando a la cabeza la idea de que a menos de una hora de mi casa está el hogar de los regordetes hipopótamos, los cornudos búfalos, los tranquilos elefantes, los esbeltos antílopes, los sigilosos leones, y tantas otras criaturas que solían formar parte de lo que solo conocía a través de los documentales de la 2 y que ahora son mis vecinos... Por mucho que me acostumbre a todo me siguen dando corrientes cuando pienso en la confianza que han depositado en mí, en que de repente me encuentro con tanta responsabilidad en las manos, cuando en otras latitudes todo a lo que podía aspirar era a volver cuatro años atrás y volver a empezar, o tirarlo todo por la ventana… Por mucho que me acostumbre a todo me sigue pareciendo un éxito sin parangón cada día que pasa y los musulmanes celebran sus ritos diarios en el bloque que hay detrás del mío y los cristianos ensayan sus cánticos en el bloque que está al otro lado, y cuando hay un evento algo más oficial invierten un minuto al principio y otro al final rezándole cada uno a su dios desde la misma sala y compartiendo el mismo deseo de corazón de que cada cuál se sienta a salvo al amparo de aquél a quien rece…

viernes, 27 de abril de 2012

Para los deseosos de ayudar

Estoy preparando una lista de prioridades y estableciendo contactos para manejar los envíos de cosas y dinero. Sed pacientes, pronto estaremos organizados y pondremos esto a volar entre todos. Muchas gracias a todos por el interés, las ganas, la energía: sois la sangre que da oxígeno a mis células.

jueves, 19 de abril de 2012

¡Graciaaaaaasssssssssss!

Vale, no hace ni dos días que subí la entrada de cómo echarme una mano y ya se me está escapando esto de las manos ¡Necesito más manos! Antes que nada, ¡muchísimas gracias por las respuestas! Veremos lo que juntamos al final pero, hey, ¡a ganas no os gana nadie! Y ahora un poquito de organización. Cierto que no he dado ninguna dirección, por la simple razón de que si os ponéis a mandar cosas vamos a hacer rico a Correos y vamos a perder un montón de recursos por el camino. 

Buscad cosas que 
  • a) me pueda traer yo en algún momento (en general solo hace falta una conexión hasta España, de allí ya las recogeré yo de alguna manera, pero incluso si ea conexión no es obvia, la podemos conseguir; yo viajo mucho, y si no voy a ir donde tú estés, encontraremos a alguien que nos conecte).
  • b) sean valiosas y difíciles de obtener desde aquí, aunque sean grandes. A estas les buscaremos una forma de envío que no nos cueste un ojo de la cara.
Y aparte de eso, me estoy dando cuenta de que necesito voluntarios para manejar los recursos de manera local, algo así como un cabecilla regional, alguien que sea la persona a contactar en una determinada ciudad/ estado/ país y que haga un poco de filtro. Luego esa persona apañará el envío o entrega conmigo ¿Voluntarios? También me vendría bien alguien en España que me ayude a centralizarlo todo. Con el índice de paro que llevamos eso no debería ser gran problema, ¿no?

¡¡GRACIAS!!

miércoles, 18 de abril de 2012

Ideas para que me ayudes a montar un laboratorio en África


¿Cómo te puedes unir a mis esfuerzos para poner en marcha el Instituto de Investigaciones Biomédicas (IBR) en el campus médico de la Universidad Internacional de Kampala (KIU) en Ishaka, Bushenyi, Uganda? (La Universidad Internacional de Kampala es una entidad privada sin ánimo de lucro)
  • Cuando vayas al banco, al bar, al IKEA… si hay bolígrafos, lápices, memory sticks, libretitas de publicidad, coge uno para nosotros. Cuando nos veamos me los das y yo los traigo.
  • Cuando acumules puntos al hacer compras con tu tarjeta de crédito, echando gasolina o siendo fiel a cualquier otra compañía de las que ofrecen la oportunidad de canjear fidelidad por cosillas más o menos útiles, busca en el catálogo algo que nos pueda servir en estas latitudes ecuatoriales, un destornillador, una taladradora, un organizador de escritorio… Igual que antes, estas cosas no merece la pena meterlas en un sobre y pagar más de lo que valen por el envío. Si nos vemos yo lo traigo, si no, mejor juntar dinero que no pesa y estas cosas las podemos comprar aquí.
  • Cuando se te esté acabando el celo, o la goma de borrar, o la tinta del rotulador para pizarra blanca, o el paquete de folios… y vayas a comprarte otro, cómpranos uno a nosotros o, mejor aún, echa el dinero en un bote y háznoslo llegar cuando juntes un poco más.
  • ¿Recuerdas todas esas libretas a medio usar que tienes acumulando polvo en algún rincón de tu habitación? Arranca las hojas que te sirvan y mándanos el resto. Esto de momento lo vamos a dejar fuera porque no tenemos una forma de transporte fácil y barata, pero tenedlo en mente.
  • Ya sé que el mundo está en crisis pero, si te quieres mojar un poco más, puedes subvencionar la tesis de maestría de uno de nuestros estudiantes de master. Ellos ya tienen un salario porque, mientras estudian, son también profesores en la escuela de medicina. Lo que nos hace falta es dinero para comprar los materiales y reactivos que necesitan para realizar sus proyectos de investigación.
  • También nos puedes subvencionar una línea de gasto concreta del laboratorio durante un tiempo, como el acceso a internet (esto nos urge ¡¡y mucho!! tarifa plana con un router que aguante cuatro o cinco ordenadores nos cuesta 90€ – $120 – al mes), el papel para la impresora (tratamos de reducir el uso de papel al mínimo imprescindible, no imprimimos artículos ni documentos que no sean definitivos, pero aquí hay muchas cosas que no están informatizadas y hace falta enviar documentos físicos a otros departamentos para conseguir que las cosas pasen), la comida para las moscas, o la realización de alguna mejora que nos hace falta en el laboratorio, desde una puerta con cerrojo hasta las mosquiteras que nos librarán de encontrar el laboratorio lleno de termitas muertas después de cada tormenta, pasando por el acondicionamiento de una pequeña habitación oscura para el microscopio de fluorescencia que fue donado en 2011 por la Universidad de Cambridge.
  • ¿Bebes muchos refrescos? Entérate de si tu marca favorita ofrece la posibilidad de conseguir donaciones por la recogida de botellas, latas, tapones de plástico o chapas. Lo mismo con cualquier otro producto que consumas habitualmente y que tenga cierto impacto ambiental. Recuerda que lo puedes vender como una contribución al medio ambiente y al desarrollo de un país necesitado. Si la compañía que vende el producto no responde positivamente, prueba a comunicarte con alguna ONG que trabaje por el medio ambiente.
  • Monta tu propia cuadrilla de revalorización de residuos. En algunas ciudades es posible obtener un pequeño incentivo económico a cambio de algunos de los productos que descartamos como basura o reciclaje (papel, chatarra, botellas de cristal, móviles viejos y otros elementos electrónicos, cartuchos de tinta, bolsas de plástico…). En algunos casos es tan fácil como llevarlos a la tienda de la esquina. Lo que una persona sola puede recoger generalmente no vale la pena (con eso juegan las empresas que hacen dinero quedándose con la basura de ciudades enteras) pero si juntas un equipo podéis organizaros y recoger algunos productos concretos en todas vuestras fincas, quizá en algunos colegios y tiendas del barrio os echen una mano. Habla con asociaciones de vecinos, de padres o de alumnos, por pequeña que sea la suma que reunáis, aquí nos llegará como agua de mayo.
  • Si eres ingeniero o estudiante de ingeniería puedes venirte de visita - con la excusa te montas un safari por Uganda - y diseñarnos la estructura de paneles solares para proveer de energía eléctrica sin cortes al laboratorio. También te invitamos a estudiar la posibilidad de extraer energía de las trombas de agua que caen continuamente sobre nuestros tejados, no solo nuestro edificio sino los démás bloques del campus, el hospital, y todos los edificios de apartamentos en los que KIU hospeda a sus trabajadores.
  • Y lo más barato de todo, ayudanos a extender el rumor, a llegar a alguien que nos pueda ayudar. Esto no es una ONG, al menos de momento, para lo bueno y para lo malo. No tenemos el respaldo de equis años de historia haciendo el bien, pero tampoco tenemos una carga burocrática o de intermediarios que exigüe los fondos antes de que lleguen a su destino. Esto soy yo, Marta, a quien conoces o de quien has oido hablar seguramente a través de alguien que me conoce - o no estarías leyendo esto - y pondré cada céntimo en el laboratorio, y te enseñaré los recibos y los balances de cuentas, y haré fotos, y te hospedaré en mi casa si quieres venir a verlo, y te haré un hueco si quieres venir a hacer algo con tus propias manos, y te agradeceré cada miga de ayuda con cada una de mis células.
Y si trabajas en un laboratorio aún puedes hacer mucho más:
  • Cuando veas una micropipeta abandonada en un cajón que nadie va a volver a usar porque ya no es de fiar, guárdanosla.
  • Cuando cambiéis el sistema de electroforesis y los portageles viejos ya no valgan para las cubetas nuevas, ¡guárdanoslos!
  • ¡Consíguenos libros! Cualquier manual de laboratorio, compilación de protocolos, manuales de genética y de Drosophila, libros de texto de cualquier materia relacionada con la biología y la biomedicina (y si estás dando clase y se lo pides a las editoriales puede que te los den gratis). Si la copia que tenéis en el labo está muy vieja, pregúntale a tu jefe si puede comprar otro y enviarnos el viejo.
  • Pregunta por el almacén de tu universidad o instituto, donde van a parar los objetos que ya nadie quiere usar por viejos o desfasados. Busca fuentes de electroforesis, espectrofotómetros, lupas para trabajar con moscas o C.elegans, balanzas, incubadores, refrigeradores, thermo-blocks, water baths, ordenadores… Averigua cuál es el modo de obtener una donación por parte de tu institución y si aportarían los gastos de envío en caso de ser algo grande que no me pueda llevar yo en una maleta. Si ellos no lo cubren, haz un poco de campaña para conseguir sufragar los gastos.
  • Cada vez que un representante de una casa comercial te pida tiempo para contarte las virtudes de algún producto, pídele a cambio una donación de muestras para nosotros. Nos vendría bien cualquier producto de plástico (tubos de 1.5 ml, conical tubes, puntas…),  pequeñas herramientas (morteritos de plástico, pinzas, bisturís…), kits de extracción, pequeñas muestras de reactivos, anything!!!
  • Si encuentras cualquier fuente de financiación para colaborar desde tu país con países en vías de desarrollo en materia de investigación o educación superior, piensa en un proyecto en el que podamos trabajar juntos. Desde aquí haremos todo lo que sea necesario por nuestra parte: apoyos institucionales, cesión de instalaciones, publicidad y logística del evento… Yo, si quieres venir a hacer algo aquí, sobre el terreno, te alojo en mi casa.
Básicamente, cualquier cosa que se te ocurra para ayudarnos a poner (y mantener) en marcha el laboratorio será recibida con aplausos. Desde aquí te da ya las gracias por anticipado, solo por dedicarnos el tiempo de leer hasta aquí, la directora del centro, que hará lo imposible para que lo que consigas para nosotros llegue hasta aquí con el mínimo gasto para tí.

domingo, 15 de abril de 2012

Mirando por la ventana

Ya es domingo otra vez y me voy a pasar el día en casa porque desde que empezó a llover anoche parece que solo ha parado algún ratillo para coger fuerza. Mientras no me quede sin luz no me quejo. Por algo está todo tan verde…
Ayer, sin apenas planearlo, pasé el día yendo y viniendo a Fort Portal, una ciudad a unos 200 Km al norte de Ishaka, donde un colega professor había sido invitado a dar una charla sobre la incidencia de la hepatitis. Estábamos el viernes por la noche hablando del curso de biología molecular que estamos organizando para septiembre, montando el nuevo blog y comentando los detalles, y antes de irse – estábamos en mi casa – me comentó que tenía que ir y no le hacía ninguna ilusión darse la paliza de conducir él solo. Me preguntó qué hacía yo el sábado y en dos minutos tenía planes hechos para el día siguiente.
Fue un poco paliza. Son menos de tres horas en coche y la mayor parte de la carretera está muy bien pero, caramba, las partes que no están bien, están fatal. Entre las exageradísimas bandas sonoras y speed bumps que pueblan cada travesía y los 5 ó 10 Kilómetros – imposible calcular ajustadamente, se me hicieron eternos - que hay llenos de socavones, llegué a casa con los riñones molidos.
Para llegar a Fort Portal hay que tomar la misma carretera que para ir al Queen Elizabeth National Park. Poco después de salir de Ishaka por el extremo norte la carretera atraviesa unas contradictoriamente hermosas plantaciones de té, entre las cuales se encuentran las que son propiedad del dueño de KIU (o sea sé, el gran jefe). Las suaves curvas de las colinas ocupadas por cientos y cientos de plantas de té apretujadas unas a otras, con la separación justa entre una línea y otra para permitir el paso de los recolectores, presentan un verde exuberante en estas húmedas tierras. Es un espectáculo precioso, y eso que yo soy medio ciega para los tonos de verde – eso lo descubrí con el powerpoint. El por qué se dedican tantas hectáreas al cultivo de una planta de la que solo se saca un brevaje que es un lujo al alcance de gente pudiente cuando el país se las ve y se las desea para alimentar adecuadamente a gran parte de la población es lo que, bajo mi punto de vista, hace el disfrute por la estética un tanto contradictorio. Sigue siendo un paisaje hermoso a pesar de todo.
Tras pasar unos cuantos pueblos llegamos a la zona donde la carretera abandona la cordillera para bajar a la savana sabana (perdón, se me ha colado el Spanglish). He visto pocos lugares en el mundo cuya belleza se pueda comparar a esas vistas. Recuerdo que ese pedazo de carretera me impactó cuando fuimos hasta el parque en noviembre del año pasado. El privilegio de la altura concede a quien se molesta en mirar por la ventana el placer de observar el manto verde claro de las zonas abiertas salpicado de verde oscuro allí donde las acacias ganan terreno a la abierta sabana. Yo soy una experta en mirar por la ventana, como dijo Kafka, sin buscar nada. Ayer, en cambio, sabía que, si miraba, pronto encontraría algo.
Es fácil entender por qué Denys Fynch Hatton no dejó de dar vueltas en su avionetilla hasta que se estampó pese a tener a Karen Blixen esperando en su granja a los pies de las Ngong Hills. Las vistas de la llanura ya son premio suficiente, pero apenas llegamos a la llanura y acabamos el trozo de carretera mala – porque en ese trozo lo único que puede hacer una es agarrarse y concentrarse en no marearse – pasamos a formar parte de una sabana habitada. Los antílopes son fáciles de ver, con su perfil grácil y su aire ligero, como si pudiesen cambiar de sitio en cualquier momento con apenas dar un salto, y en cambio se pasean tranquilamente pastando como si por allí no hubiese pasado un león jamás… No tardamos mucho en ver dos bultos oscuros que parecían mucho más grandes que las frecuentes y enormes montañas de arena parduzca que construyen las termitas por estos lares. A unos doscientos metros de nosotros, a la izquierda de la carretera, protegiéndose del ya machacón sol ecuatorial a la sombra de dos acacias especialmente amplias, descansaba una manada de búfalos de agua acompañados por dos bichos de estos grandullones, con una panza enorme y unas orejas desproporcionadamente grandes y móviles, con dos dientes que les crecen enormes por fuera de la boca y con una nariz que parece más bien una manguera de jardín engrosada Risa. Sí, ¡¡¡¡elefanteeeeeeeees!!!!
Aún rodeados de sabana cruzamos el ecuador y pasamos al hemisferio norte, dejando atrás las entradas del parque nacional y a la izquierda la hilera de cráteres por los que hace unos meses subimos en nuestro gran día de safari en coche cutre. El resto de la carretera hasta Fort Portal, pasando por Kasese y la gran fábrica de cemento, no tiene mucho más interés que el de poder contemplar África por la ventana – que no es poco.
Llegamos, comimos, mi colega dió su charla, y nos volvimos. Seguimos charlando, mirando por la ventana, y llegamos de nuevo a la zona del parque nacional. Esta vez vimos un grupo entero de animales con trompa, vale, de elefantes Sonrisa, además de unos cuantos monos babuínos (los de la cara de mala leche), varios antílopes de los que tienen los cuernos curvados hacia atrás y luego arriba (Kob, creo), y un macho adulto precioso de la especie más grisácea (waterbuck), con sus largos y tiesos cuernos (aunque en la guía veo que algunos también los tienen ligeramente curvados hacia arriba), tumbado tranquilamente como aquél que se colocó a la sombra del arbolillo junto a nuestras tiendas de campaña el otoño pasado.
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Esto borra de la mente tantas frustraciones como el partido de fútbol de los viernes por la noche en San Diego.
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jueves, 12 de abril de 2012

Hello, how are you?

El asunto sobre el que escribo hoy es algo a lo que no me acostumbré en los dos años que viví en Inglaterra y que, pese a llevarlo mejor durante mi estancia en California, tampoco llegué a controlar muy bien. Me seguía quedando con la palabra en la boca, girándome en medio de un pasillo o una escalera, parándome para entablar una conversación, aunque fuera breve, cuando la otra parte ya estaba de espaldas, metros más allá, ajena a la cómica escena que debaja tras su estela.

Un estudiante de doctorado alemán muy avispado y altísimo lo describió de un modo que me pareció muy acertado y me hizo sentir un poco menos tonta, o al menos más acompañada, por todas las veces que caí en el error. Lo describió algo así como una fórmula de salutación, que no un iniciador de conversación, mientras hablabamos de diferencias culturales que pueden llevar a malentendidos sin haber mala intención por parte de nadie.

El anglosajón hello, how are you? Se traduciría literalmente como un Hola, ¿cómo estás? “¿y qué tiene eso de raro?”, diréis. Pues así, de entrada, nada, pero cuando tienes en cuenta que en el noventa y nueve coma noventa y nueve por ciento de las ocasiones no tienen ningún interés en saber cómo estás y, como describo más arriba, aún no han acabado la frase y ya están a metros de distancia, la traducción no literal pero más correcta para un castellano parlante se quedaría en un Hola, y punto.

Como digo, no es cosa de enfadarse, si no de acostumbrarse. Donde fueres haz lo que vieres, y no hay mucho más que trillar. Lo malo es que el asunto se ha complicado un nivel más al venir a esta antigua colonia británica ahora dejada a su buena fortuna por el gran imperio, donde el lío de la fórmula se mezcla con el hecho de que es segunda lengua y, como a todo hijo de vecino, la lengua local impregna a la ocupante haciendo surgir combinaciones a veces llamativas, y se le añade el aderezo de que aquí soy la musungu. Cuantas veces más me pasará lo de ayer…

De repente la chica a la que adelantaba por el camino, que parecía llevar su vestido de fiesta de guardar al igual que sus acompañantes – era lunes de Pascua –, se pone a mi altura. Me mira. Mira hacia atrás. Sigue a mi altura.

- Hello, how are you?

Sin mirarme, claro, y quedándose un poco atrás, pero es obvio que me lo dice a mí.

- I am fine, thank you, and you? – digo tratando de que mi voz salga más allá de mi garganta y girando la cabeza para hacer un mínimo de contacto visual, si no directo a los ojos sí al menos para incluirla en el espacio físico donde se estaba dando la conversación.

Risas, se tapa la boca, se va hacia atrás hablando entre risotadas con sus compañeras de camino que están a medio metro de mí. No se corta un pelo: se está partiendo de risa. Parece estar comentando la jugada, pero no sé si se ríe de vergüenza, o porque venció esa vergüenza, o porque le he contestado, o porque tengo un acento muy raro, o porque una de las dos, o ella o yo, debe ser marciana…

En los pocos días que estuve en España antes de venir a Uganda me dió tiempo a comer en casa de una buena amiga en Barcelona. Nos conocimos en Italia, de manera basatnte random, donde ella vivía en aquel tiempo y donde encontró para mí la buhardilla en la que escribí mi tesis. De postre, a escasos metros de la Sagrada Famlia, me comí un Bacio, un bombón italiano que viene envuelto con refrán escrito en cinco idiomas.

Los amigos son esas raras personas que te preguntan cómo estás y luego escuchan la respuesta.

martes, 10 de abril de 2012

Too much Coke

Son las dos de la mañana, martes ya, y tengo los ojos como platos. Ha sido un fin de semana largo con motivo de la Pascua. Como es habitual, tenía intención de trabajar bastante más de lo que lo he hecho, pero al final se puede decir que de los cuatro días, tres no he pegado ni chapa. Este fin de semana he sido poco más que una relajada ama de casa – solo un control rutinario, que ya bastante paliza me pegué la semana pasada –, una lectora obsesiva compulsiva – me he leído el primer libro de la triogía Millenium en menos de 48 horas – y un patético esbozo de deportista – cuatro abdominales y ya tengo agujetas, qué desastre.

Las horas han pasado despacio pero a ritmo constante. Nos ha caído encima más de un aguacero y me avisan de que llega la estación lluviosa. El sábado creo que fue el día que se pasó entero que si ahora llueve un poco que si ahora llueve más y gran parte del día no tuvimos luz. Ayer, digo, el domingo, cayó una tromba de agua de las buenas – sorprendentemente la luz aguantó – y eclosionaron todos los capullos de bichos camicaces que viven apenas unas horas: salen, vuelan un poco, si tienen suerte se aparean, pierden las alas y pasan sus últimos minutos como miserables arrastrándose. O algo así. Tengo que enterarme bien de qué son y os lo cuento. Os pondré una foto también de cómo me dejan la escalera. Hoy ya la he barrido, pero intentaré acordarme la próxima vez para que veáis el estropicio que montan. Parece un otoño exprés pero con alas de insecto en lugar de hojas de árbol.

Aparte de los insectos, había una vaca algo inquieta estos días que no dejaba de llamar a alguien. Alguien no acudía, pero ella seguía insistiendo… Los pájaros también han estado moviditos, quizá por la lluvia, quizá porque han tenido este fin de semana más competencia a la hora de poner la música ambiental. Ha habido muchas celebraciones estos días, más de las que recuerdo como preceptivas, y aquí las misas son, por decirlo de algún modo, un escándalo de gritos y cantos con micrófono a todo volumen.

Hoy íbamos a tener comida española en mi casa pero como sigo con los fogones estropeados la hemos cambiado por una comida nigeriana en casa de mi vecino. Estoy segura de que hemos salido ganando porque él es mucho mejor cocinero que yo. Ha hecho un pollo con salsa de zanahorias que estaba riquísimo, pero me voy a tener que ir acostumbrando a las especias… jaja, cuando ha echado el picante en la cocina hemos tenido que abrir el balcón, ¡casi nos ahogamos en el salón! Luego no estaba muy fuerte, pero para una cobarde como yo ha sido un reto y he tenido que rebajar la salsa con mucho arroz. Con tanto arroz y tanto picante me he puesto de beber como los patos, pero a base de Coca-cola, que era lo que he empezado a tomar y ahora me arrepiento de no haber cambiado por el zumo o la naranjada.

En fin, que aquí estoy, con sueño pero con los párpados que no caen. Si al menos me vinieran a la cabeza las cuatro ideas que me falta plasmar en el documento de fundación del Instituto… Ese era el trabajo que me había puesto para este fin de semana, y lo tengo casi acabado, pero hay un par de cosas a las que no acabo de dar forma. Mañana estreno mi despacho y en cuanto me siente lo acabo.

miércoles, 4 de abril de 2012

Un cachirulo por bandera

Me da que hoy me paso de ambiciosa y esta entrada no va a conseguir subir a la red jamás… pero lo mínimo es intentarlo. Si la conexión me lo permite, os dejo aquí unas fotos de mi nueva morada.

IMG_2187Mi piso es el de arriba a la derecha. Vivo en el complejo Lagos (creo, porque no he visto ningún cartel), propiedad de KIU, a diez minutos del campus. Del trabajo a casa me lleva un camino de tierra con una subida y una bajada así que, vaya en la dirección que vaya, no me escapo de quedarme sin aire. Dos bloques más allá, acá en la foto, vive uno de los estudiantes de doctorado que se empeñan en hacerme la vida más fácil. Otro bloque más allá, mi jefe, que anda estos días hasta las cejas de faena. Me encanta la combinación de azul, blanco y verde que me rodea en cuanto brilla el sol…

 

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Las fotos las tomé al llegar, así que hoy en día las cosas son un poco diferentes. Mi cama tiene ahora cuatro postes clavados a las esquinas que mantienen una mosquitera tan tensa que me las veo y me las deseo para entrar y salir (cuando yo digo que me cuidan demasiado…). Tan tensa estaba que uno de los palos se ha quebrado, jeje, es ahora un mástil semi-caído, pero yo creo que así hace mejor su función. Al menos puedo entrar y salir sin serpentear. Sonrisa

 

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La habitación de invitados/ despacho/ cuarto para todo parece ahora más espaciosa porque he volcado la cama contra la pared. Todos los trastos de las fotos han encontrado ya su sitio en los dos enormes armarios empotrados de las habitaciones. Tengo tanto sitio que no sé qué hacer con él. Se aceptan visitas…

 

 

 

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Bueno, vale, todos los trastos menos los que han encontrado “su sitio” sobre la mesa del despacho. Lo de la caja de vasos es parte del arte de reusar: los vasos están en la cocina y ahora los mil cables y cablecitos que de otro modo irían perdidos por ahí, duermen entre cartones. Llegará la era inalámbrica… La caja de los cubiertos también ha ascendido a cajón en mi armario. La cosa esa con disfraz de vaca es la única linterna recargable que había en el súper en Kampala. Made in China, of course. En realidad el desastre no es tanto. Todo lo de la derecha acabará en el laboratorio uno de estos días. Me he propuesto que los del fondo a la izquierda van a ser todos los libros físicos que voy a tener aquí. Me está costando menos de lo que pensaba acostumbrarme a no tocar hojas al leer en el libro electrónico y, gracias a una lamparita que podría ser menos estilosa y más efectiva, me hace compañía hasta cuando hay un apagón, que es casi todos los días en algún momento, especialmente cuando caen elefantes e hipopótamos del cielo (qué barbaridad de agua puede llegar a caer desde las alturas…).

 

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El salón lo presiden un cachirulo a un lado y un pequeño gnomo de piernas largas y gorro violeta (o algo así, que yo soy nula para esto de los colores y los tonos) al otro. Al pasar la mesa a la habitación extra se ha quedado un poco vacío pero, aparte de la mano de pintura que echa de menos toda la casa, no necesita más. La puerta da al balcón; lo que veo desde allí, más abajo.

 

 

 

Para acabar, las vistas desde el balcón de la fachada principal (porque tengo otro detrás sin vistas). Normalmente hay vacas pastando que me recuerdan un poco a cuando vivía en Coldham Lane. IMG_2201Cabras también hay, cabritas más bien, pero esas suelen estar en los bordes del camino, no sé por qué... Los edificios que se intuyen a la derecha son la escuela primaria que abrió el abuelo del dueño de KIU. Los que se ven enfrente son la escuela secundaria que abrió su padre (o alrevés, lo de la derecha el instituto y lo de enfrente el colegio). Detrás de esos árboles está el hospital universitario y la escuela de medicina que dirije el actual jefe de familia. En los entresijos que hay detrás prefiero no pensar, yo he venido aquí a currar y prou, pero no se les puede negar que se esfuerzan por su pueblo…

 

Sé que mi madre va a volver a decir que nunca pongo fotos mías, así que, ahí va una. Ahora vivo en el hemisferio sur. No por mucho, la verdad, pero vivo por debajo de esa línea imaginaria que recorre la panza de la Tierra. La cruzamos el otro día cuando veníamos de Kampala.IMG_2183

¡Hasta la próxima!

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martes, 3 de abril de 2012

En Ishaka

Llegué al aeropuerto de Entebbe a la hora prevista después de agarrar de milagro la última conexión en Nairobi. Menos mal que es un aeropuerto pequeño porque yo no podía correr más por el estrecho pasillo semicircular de NBO.
Como era de esperar, y pese a que cuando preguntas siempre te dicen que están en ello, mis maletas no llegaron al último avión. Cuando llegué a Entebbe y crucé la frontera tras el correspondiente pago del visado, mis temores se hicieron realidad y, por mucho que me quedé mirando la cinta transportadora, la mochila que tan poco me gusta llevar (demasiado grande para un caracol) y la maletita coja que tantos kilómetros ha hecho conmigo no aparecieron. Dijeron que llegarían en el primer avión de la mañana, hasta me llamaron por la mañana para preguntarme la dirección de entrega. Diez minutos después llamaron para decir que no habían llegado, que había de esperar hasta la noche. Otro día más en la locura de Kampala.
Cuando llegué me recibieron dos caras conocidas, un estudiante y un profesor con los que pasé muchas horas en aquellas tres semanas de octubre que ahora parecen tan lejanas. Fue agradable encontrarlos y poder bajar la guardia pese a no tener más ropa que la puesta - no se puede cambiar de estrategia a última hora y esperar hacer el equipaje bien. En el hotel de la primera noche internet no funcionaba. No habían pasado ni veinticuatro horas y ya estaba sintiendo el mono. Eché de menos tener un smartphone para poder comunicarme con el mundo. Todo llegará; ¡en EEUU tardé casi un año en tener teléfono!
Tras saber que deberíamos esperar hasta el día siguiente a que llegara mi equipaje pasamos unas cuantas horas de compras ya que en Kampala se encuentran más cosas y a mejor precio que en la pequeña Ishaka. Adquirí la mayoría de los básicos para la casa, lo mismo que semanas antes había vendido en aquel otro continente que querría haber dejado más definitivamente. Comprar cosas no es barato en estas tierras, los precios no se ajustan en absoluto al poder adquisitivo de la población general que vive con uno o dos dólares diarios (que no cunda el pánico que el personal universitario vive con bastante más que eso). Claro que todo viene de los mismos sitios que lo que se encuentra en cualquier super occidental, de China fundamentalmente, y en el caso de los utensilios de cocina que más se asemejan a lo que una mediterránea querría tener en casa, de Italia. De nuevo venden lo que podríamos vender nosotros, incluido el aceite. Si no tuviera amigos italianos a los que adoro ya le habría cogido manía a ese país, por mucho que su lengua me embelese y sus ciudades y paisajes me enamoren.
El equipaje llegó al hotel a medianoche, cosa que causó risas y alusiones al color de mi piel a la mañana siguiente. No fue la primera ni la última vez que durante el viaje me trataron de manera diferente por ser musungu. Fue más duro ver que, al entrar al supermercado, a mis dos compañeros, vestidos de traje, les pasaban el detector de metales y a mí, que llevaba los mismos vaqueros y camiseta que salieron de España conmigo día y medio antes, nada, apenas me miraron. Lo de que la guardia de tráfico no nos parara porque me vieron a mí me pareció una broma de mis compañeros de viaje, pero yo ya no sé nada… Esto de ser tan obvia me va a costar, eso ya lo sabía antes de venir. Espero que a fuerza de verme la gente de Ishaka se acostumbre y no necesiten mirarme de arriba a abajo cuando paso a su lado, y que los bodas se acostumbren a que los diez minutos que separan mi casa del trabajo los quiero hacer andando salvo que las circunstancias aconsejen motorizarse.
Llegué a Ishaka y me instalé en la casa más grande que he tenido nunca: dos habitaciones, salón, cocina y dos baños ¡Ah! Y dos terrazas. La paliza de limpiar que me he pegado este fin de semana me reafirma en la convicción de que yo, cuando sea mayor, quiero un sitio pequeñito y fácil de manejar. Menos mal que no estaba mal del todo, pero aún así necesitaba un buen barrido y posterior fregoteo. Ya está todo en su sitio, y hay más espacio libre que ocupado. Me falla la pila de la cocina, que en vez de tragar escupe hacia abajo, y la cocina, que la pedí de gas y no solo es eléctrica sino que la mitad de los fogones están inutilizables, pero saldremos de esta. Ya hay un muchacho peleándose con las tuberías y parece que el agua caliente ha ganado un poco de presión con el uso y ahora ya sube hasta la ducha en el baño de mi habitación que es el que tiene una pequeña pared que evita que monte un estropicio cada vez que me ducho. Everything will fall into place…
El viernes visité el laboratorio y empezamos a hacer planes para ponerlo en marcha. Estaba lleno de polvo, con casi todo el equipamiento retirado en cajas y cajones, y lo que había fuera desconectado. La escena no era alentadora pero el lunes, hoy, ha empezado la limpieza, y poco a poco todo irá teniendo un sitio. Nos faltan cosas básicas (de eso ya hablaré, a ver si alguien se anima a contribuir) pero lo primero es que seamos capaces de creernos que podemos hacer algo, con lo que tenemos y con lo que sea que pueda venir, así que vamos a hacer que esto parezca un laboratorio antes de hacer nada más.
Y esto ya es muy largo, así que ya os contaré más en otra entrega. Si tenéis curiosidad por algo en concreto no tenéis más que preguntar.
Surprise, surprise, la conexión no es suficiente para subir un simple post, así que cuando leáis esto no va  a ser lunes…