martes, 22 de noviembre de 2011

Una imagen

Mi madre me ha dicho hoy que quería que subiese alguna foto en la que saliese yo. Jeje, no creo que estuviera pensando en esto, pero como ya estoy en tierra firme, con la ropa seca y apenas un par de moraduras y una llaga de recuerdo, ahí va una en la que estoy casi casi en el centro Risa.

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Este rápido creo que era el que llaman “The bad place” (el mal sitio), en la primera mitad del típico recorrido de ráfting sobre el Nilo, cerca de Jinja, en las proximidades de lo que eran las cataratas de Bujagali hasta que la semana pasada cerraron la presa y Bujagali se quedó en pantano.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Pequeños ángeles

Escribir sobre el proyecto Little angels (Pequeños ángeles) con el que pasé tres días en el lago Bunyonyi sin poder subir fotos me sabe a poco. Si tuviera conexión decente, subiría un video, os diría que los que no llevan uniforme están sin patrocinador y os dejaría en paz. Bueno, no, os añadiría una foto de la habitación que por tres días fue mía y luego sí, os dejaría disfrutar de los renacuajos bailarines. La conexión se ha asustado al intentar subir el video, así que el plan va a tener que cambiar.

El proyecto lo empezó hace alrededor de medio año Duncan, un joven empezando la veintena que, agradecido por las oportunidades que le proporcionó el tener un patrocinador extranjero que pagara sus gastos de escolarización, inició un proyecto para construir una escuela primaria para niños huérfanos y necesitados de la zona del lago Bunyonyi. Y ahí está la escuela, simple y chiquitita, pero dando a los niños la oportunidad de ir al cole. El nivel no es la leche, pero por algo se empieza: al menos tienen un sitio al que ir en el que la gente se preocupa por ellos. La recaudación de fondos ocupa gran parte del tiempo de todos los implicados, incluidos los niños, pero qué se le va a hacer, si hay que bailar con los musungus para ablandar su corazón y su bolsillo, se baila.

A mí me dejaron pasar tres días con ellos, vivendo en casa de una familia, disfrutando de las condiciones de vida habituales de la gente de por aquí: la ducha, un pozal; el baño, un agujero (ambos con su espacio dedicado separado del mundo por paredes, más o menos precarias, pero paredes); la luz, el sol, velas o una linterna; el despertador, los pájaros – el sol ayuda, pero las ventanas son tan chicas que apenas entra); la cocina, un cobertizo frente a la casa; el patio, el huerto de bananas y matoke; y pese a lo cerca que está el agua, cada gota que se usa hay que bajar a recogerla al lago – un ingeniero que se pase por la zona y les diseñe algo para subirla más eficiente que bajar con bidones, please!

Aunque ocupé el puesto de voluntaria, hacer hacer hice poco. La mayor parte del tiempo lo pasé jugando con los pequeños de la casa: hicimos pajaritas de papel (reusando el papel hasta que parecía un trapo), jugamos a las chapas con piedras y, cuando salí a tomar algo con Duncan, por fin con chapas, jugueteamos con la pantalla táctil del ordenador y poco más. En la escuela, media hora de clase de mates y mucho dejarse querer por los angelitos tratando de no generar peleas y de multiplicar las manos que una puede llegar a agarrar con cada dedo. También dimos volteretas pero cuando el calor empezó a castigar y vi que la cola lejos de reducirse se alargaba tuve que dar el alto; los riñones ya no me daban para lanzar más niños por los aires.

Las impresiones sobre Jinja, el crucero al atardecer en el lago Victoria y el rafting en el Nilo quedan para otra entrada. De momento con decir que he vuelto sana y salva del río y que me lo he pasado pipa, vale.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Las estrellas

Las estrellas de la etapa salvaje del viaje, por gasto, esfuerzo y acumulación de buena fortuna, no pueden ser otros que los gorilas de montaña. Tuvimos el privilegio y la gran suerte de conseguir permisos de último minuto para reastrear al grupo Rushegura, y vaya si lo rastreamos. El golpe que me pegué en la espinilla me ha dejado la pierna hecha un mapa y digna de foto (lo dicho, las fotos, cuando la conexión lo permita), y nos pusimos todos de barro y agua hasta las cejas, pero ver a esas criaturas comportarse con total familiaridad ante nosotros fue algo increible merecedor de todas las vicisitudes sufridas.

Qué manera de babear viendo al pequeñajo retozar sobre la espalda del gran Silver Back (Espalda Plateada)… La nodriza se dejó contemplar mientras se limpiaba las uñas. Los juegos de los jovencillos mientras los mayores remoloneaban en el suelo haciendo la digestión fueron todo un disfrute. La exhibición de poderío del cabeza de familia nos dejó petrificados, aunque luego los guías nos la tradujeron como un mensaje al resto del grupo de que todo estaba bien - a más de uno le dejó el corazón saltando en el pecho un buen rato el mensaje de calma. El momento para derretirse fue cuando la hembra favorita del jefazo alargó la mano para con un gesto que bien podría ser una caricia decirle que ella también se marchaba con el resto del grupo y ya era hora de que él moviese su perezoso trasero. Poco después el pequeño aún por bautizar jugueteó en las ramas hasta que mamá pasó por su lado para seguir al resto del grupo en la migración, momento en que se enganchó a su espalda con toda la soltura que nosotros los primates bípedos somos incapaces de demostrar colgados de una rama. Nos quedamos con ganas de ir tras ellos, pero todos nos conformamos con seguirlos con la vista hasta perderlos, sabiendo que invadir su privacidad una vez al día está ya en el límite de lo que un animal tan susceptible puede soportar, y siendo conscientes de la grandísima suerte que habíamos tenido por poder contemplar semejante escena.

Esa misma tarde nos dimos un paseo por el bosque buscando cataratas y nos cayó encima otro diluvio universal (cuatro días después mis botas aún están húmedas). El día fue agotador y sencillamente memorable. Fue muy agradable compartir un rato de charla al atardecer con parte de la expedición gorila. Unas horas de caminata sobre suelo resbaladizo no dan sino para conocer muy superficialmente a las personas, pero compartir momentos tan intensos abre de alguna manera las vias de comunicación, proporciona un importante punto en común, y hace muy fácil sentir afecto por quienes horas antes eran completos extraños (¿a que sí, Dani?). Más tarde el guarda, a quien ofrecimos una cena y una cerveza por habernos regalado la oportunidad de disfrutar de aquel día, nos ofreció en plan encerrona una cena deliciosa a base de platos típicos africanos con productos frescos de la zona. Qué bueno estaba todo; y qué majo es el muchacho. Seguro que en un par de años la empresa de turismo que montó hace poco es ya todo un éxito. Debí preguntarle si acepta socios; igual encontraba una fuente estable de ingresos de una puñetera vez.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Descansando

La última semana ha sido una locura de vida salvaje, lluvia y barro. De algún modo nos las apañamos para desplazarnos por un país en que la definición de carretera se funde con la de camino de tierra lleno de agujeros, acampamos bajo sol y lluvia y nos mojamos tanto que no nos llegamos a secar hasta que salimos del Impenetrable Bwindi y llegamos a la “civilización”. Si intento hacer un resumen de lo que he visto estoy segura de que me voy a dejar algo importante. Según el momento me vienen a la mente unas cosas u otras: los animales, las personas - del lugar o tan forasteras como yo misma – los paisajes, los medios  (y vías) de transporte…

Acampar entre hipopótamos y jabalíes tuvo su punto y, aunque al principio costó conciliar el sueño, yo creo que fue más el dormir en el suelo y el jaleo que montaba el viento que la compañía. Ver al rey de la selva pasear por la savana haciendo paradas aquí y allá para aparearse con su compañera de viaje fue… sorprendente al comprobar el poco aguante que tiene el gran simba. Los elefantes, que desde la lejanía y la sombra de una terraza hicieron del desayuno algo especial, y desde el barco acompañando a búfalos, hipopótamos y cocodrilos hicieron de aquella una tarde memorable, se dejaron contemplar al borde de la carretera cuando ya se nos acababa la luz, poniendo la guinda a un día de safari de ensueño. Los hipopótamos – sí, los tengo que nombrar otra vez – poniendo banda sonora a nuestros sueños, asomándose por nuestro vecindario, bañándose en el río que nos separaba del Congo o en el canal por el que paseamos en barco ¡qué bonito es ese animal, mare! Los chimpancés, que acomodados en lo alto del árbol no nos hicieron andar mucho para encontrarlos pero sí estirar el cuello para poder observarlos. Los antílopes, los preciosos bushbacks (es lo que tiene aprender cosas en inglés de las que en castellano no he oido hablar en mi vida, que no sé ni nombrarlas, y ahora no tengo conexión para probar con google) y los otros, lo más rojizos cuyo nombre no consigo recordar en nigún idioma, desperdigados por la savana pastando tranquilamente, en posición de alerta cuando la leona estaba cerca, genial estampa bajo el arbolillo que acompañaba a nuestras tiendas (las fotos las subiré cuando encuentre una conexión a internet digna de intentarlo, de momento, creedme, ese bicho era precioso). De las estrellas del viaje mejor os hablo en otra entrada que si no esto va a superar el límite de atención de algunos Risa.

Estos últimos días he estado descansando en el encantador Byoona Amagara, en el lago Bunyonyi, disfrutando de las vistas, la buena comida y la biblioteca - ¡han caido casi tres libros en dos días! Ahora busco iniciar una etapa más tranquila y, con suerte, comprometida con la gente del lugar. En los escasos días que voy a pasar en donde sea que pare no me dará tiempo a ser realmente útil pero, al menos, espero conocer alguno de los proyectos que se están llevando a cabo lejos de esas altas esferas que siempre oigo nombrar asociadas con la misma corrupta palabra…

Si alguna vez vas a Uganda…

Tráete los dólares NUEVOS, serie del 2000 o más, sin un rasguño, sin un doblez, sin un rayajo, lo mejor, recién salidos del horno, o te servirán de tanto como los billetitos del monopoly. Si son nuevos te los aceptan en muchos sitios, incluidos los parques nacionales, que son lo más caro de lo que hay por aquí. Otras monedas hay que cambiarlas en el banco y ahí no sé si son igual de pesados o más, si lo pruebo ya os lo cuento. Ahora que lo pienso, diría que al cambiar en el aeropuerto no miraron tanto los billetes…

(según me han dicho, en el resto de África son igual de pejigueros)

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Tortilla española

Hace ya más de una semana de esto, pero no había encontrado el momento para poner la foto. Resulta curioso como en distintas partes del mundo tendemos a ponerles nacionalidades a los platos sin cuidarnos mucho de si el plato viene del sitio o no. Cuando llegué a Uganda me sorprendió encontrar en todos los menús la Spanish omelette o tortilla española. Me sorprendió aún más ver cómo lo que se servía como tal no era ni más ni menos que lo que en España llamamos tortilla francesa.

En cualquier caso, y como viene a ser ya costumbre, allá donde voy acabo haciendo una tortilla española de las de verdad, de las de patata. En esta ocasión la hicimos en equipo las dos españolas de la tropa que nos quedamos hasta el final del curso (porque en la tropa inicial había dos más: 4 españolAs y un alemán, este partido lo hemos ganado de calle). Tuvimos que improvisar bastante. La sartén, más honda de lo habitual para estos menesteres, se dejó hacer sin agarrarse; el aceite no fue de oliva, obviamente, pero eso no deja de ser un lujo, así que el girasol pasó como parte de la receta original; el fuego concentrado en el centro casi nos chuscarra la maravilla; y el plato… El plato fue el toque más creativo del asunto ¿Recordáis esos taburetes ochentones de colores que eran huecos por dentro y se les podía quitar la tapa y meter trastos? Pues no nos quedó otra que lavar la tapa y usarla para dar la vuelta a la tortilla. Lo mejor de todo fue que una vez hecha, ya estaba en la mesa.

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La cena fue hispanonigeriana tanto por los presentes como por los platos. Estaba todo buenísimo pero como no tengo ni idea de cómo se escribe el nombre de la parte africana del menú, prefiero dejar la foto y no destrozar un idioma que no es el mío.

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