Yo tenía una caravana, ¿recordáis? Fue como un sueño, algo corto para que fuera dulce, y casi se convirtió en una pesadilla cuando tuve que recurrir a un abogado para recuperar mi propio dinero. La historia acabó medianamente bien y, aunque a veces la echo de menos (sobretodo cuando tengo que limpiar mi casa), en Southwestern Uganda un caracol tan grande y pesado no tendría función alguna fuera de un museo, así que no me pesa haberla dejado atrás.
Lo que sí me ha pesado, sobre todo cuando he tenido visita, ha sido el no tener ruedas. En un país en el que la idea de transporte público es casi sinónimo de enlatar sardinas en trastos que se caen a trozos y vuelan por carreteras llenas de baches echando fuera de la calzada a cuanto individuo ose haber llegado antes al trozo de asfalto o barro por el que quieren pasar ellos, no tener un coche suponía tener que llevar una vida aún más ermitaña de la que mi naturaleza ha escogido.
Mi hermana viene a verme la semana que viene, ¡bieeeeeeen! No me daba la gana volver a pagar casi 1000 dólares por alquilar un coche en el que la ventanilla no baja o que es una enorme tragadera de fuel. He estado ahorrando para este momento desde que llegué. Me pasé tres días en Kampala persiguiendo RAV4s, más viejos, más nuevos, hasta que lo encontré. Tenía snailer escrito en la frente. Costó verificar que todo estaba bien. La Ugandan Revenue Authority tiene un problema con el sistema informático para gestionar las transferencias de coches y lo que está grabado en la oficina principal, no aparece cuando consultas los archivos desde el centro de Kampala. Yo siempre tengo que encontrar los agujeros del sistema, no matter what. Cuando se vio que todo estaba en orden, cambiamos cromos por llaves y, ¡tachán! Snailer 2.0 está listo para recibir a la pequeña de la familia y a su acompañante y llevarlos de road trip por la bellísima y de nuevo lluviosa Uganda.
Al salir de Kampala en dirección suroeste, antes de llegar a Masaka, se cruza el ecuador. Es un punto turístico en medio de la nada donde se juntan cuatro casas, un par de tiendas, dos o tres bares y algún hotel. En las horas centrales del día no hay ni una puñetera sombra. Tuvimos suerte y, al parar para una comida un tanto tardana incluso para Spanish standards, había un poco de sombra junto a uno de los bares. Comimos sentadas a metro y medio del coche, no por vigilarlo, sino para no asarnos al volver a subir.
No tan pequeño eh; se le ve guapo y potente y mira por donde el color que a mí siempre me ha gustado. Un besazo de tu padre y que lo disfrutes mucho.
ResponderEliminarque bonito martuela!!! está genial!!! espero que lo hayáis pasado bien! muaks
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