Llevo mucho tiempo sin dar noticias. No traigo nuevos relatos pero ya que escribí una parrafadilla para que mi prima la compartiera con el mundo estudiantil, os lo voy a dejar aquí, por si a alguien le induce a pensar, o a no volver a hacerlo nunca.
A algunos os habrán contado que, con esto de la crisis, los primeros que se quedaron sin trabajo fueron los que ocupaban puestos “poco cualificados”; vamos, los peones de obra, los mozos de almacén, los operarios de fábricas... y eso es verdad. La tasa de destrucción de empleo, que viene a ser la diferencia entre cuánta gente echan a la calle y cuánta contratan, ha sido mayor entre esos grupos de trabajadores. En cambio, los puestos que requieren mayor formación han aguantado mejor el batacazo general que se ha pegado España.
A mí, sin embargo, me parece que esa razón se queda pequeña al lado de la que me lleva a mí a estar donde estoy: a mí me gusta mi trabajo. Sonará freaky, pero hay días que me lo paso realmente bien. Trabajando. Sí. Con suerte os vais a pasar un tercio de vuestra vida adulta trabajando. No sé vosotros pero, yo, no puedo pasarme un tercio de mi vida haciendo algo que odio, ni siquiera algo que no me gusta. Mi trabajo tiene sentido para mí. Ya, que para muchos otros no tiene ni pies ni cabeza, aceptado, pero yo tengo la suerte de que mi formación me permite elegir lo que hago en cada momento y, en este momento, lo que para mí tiene sentido es esto y esto elijo.
Yo de pequeña lo pasaba fatal en las clases de inglés. No entendía nada y mucho menos entendía por qué teníamos que estudiar inglés cuando nuestros vecinos hablaban portugués o francés, y el único país con el que soñaba era Italia. Por suerte en el instituto se me dio mejor y pasé con buena nota pero, realmente, a hablar inglés no aprendí hasta que me fui a Florida con mis 26 años cumplidos. Ahora trabajo y vivo en inglés, y mi mente salta de una a otra lengua sin mucha dificultad. Me encanta viajar y el inglés me ha permitido moverme sin problemas de Singapur a Estados Unidos, de Grecia a Austria, de Inglaterra a Uganda. Allí por dónde he pasado he conocido gente encantadora de la que he aprendido tanto como el tiempo que teníamos nos permitió. Ahora disfruto viendo pelis en versión original sin perderme la infinidad de matices que el acento de los personajes y el sonido ambiente aportan a la escena, y leo noticias de la BBC, Aljazeera, The Guardian o The New York Times, que me permiten ver con ojos distintos las mismas situaciones que nos cuentan en España los de siempre. La música nunca ha sido mi fuerte y de las letras no me entero ni en castellano, pero puedo leer a cualquiera de los innumerables escritores angloparlantes sin esperar a que alguna editorial destroce su prosa en la traducción y, lo que más me gusta, puedo ver todas las charlas de TEDTalks en inglés. Todo un mundo de sabiduría y curiosidades imposible de agotar. El castellano será siempre mi lengua materna y hay cosas que siempre sonarán mejor en nuestro románico idioma, pero me alegro de haber superado la barrera del inglés.
Cuando iba al colegio mis compañeras se llamaban Carmen, Raquel, Ana y tenían apellidos como García, Rodríguez, Pérez... Ahora mis compañeros y estudiantes se llaman Ahmed, Mulkah, Jega, y tienen apellidos inicialmente impronunciables como Rwomswana, Barigye o Byarugaba. Vivir en Ishaka me ha permitido descubrir un África verde que nunca había observado en los documentales de la tele o las campañas de ninguna ONG. Mis estudiantes y compañeros son musulmanes, adventistas, católicos, evangelistas... y cuando una reunión se abre o se cierra con una oración, y nadie tiene problemas porque otros estén rezándole a otro dios. Los viernes vamos todos de domingo sea por ser musulmanes, nigerianos, o por ir a juego con el resto. Aquí trabajamos juntos gentes de Uganda, Kenia, Nigeria, Paquistán, Cuba... Yo sigo volviendo a casa por Navidad y echo de menos bastantes cosas y a algunas personas, pero creo que viajar, ver mundo, y sobre todo trabajar en otros países me ha abierto los ojos a una escena global difícil de abarcar desde mi ciudad natal.
Sí, soy un tanto rollera, es peligroso pedirme opinión sobre algo que me interesa. Todo este palabrerío viene a decir que, uno, el inglés ha resultado ser no solo muy importante si no también muy útil, y me ha abierto las puertas a trabajar en lugares y con personas muy interesantes y a hacer amigos y amigas para toda la vida en lugares que jamás imaginé que podría siquiera visitar; dos, viajar me ha concedido el honor de observar osos polares, gorilas y muchos otros animales en sus gloriosos paisajes naturales, pero también conocer a gentes de otras culturas y entender un poquito mejor, aunque lejos de un mínimo bien, por qué el mundo es como es y va como va; y tres, estudiar me ha dado el grandísimo privilegio de poder elegir. Tengas la edad que tengas te va a parecer pronto pero, ¿tú qué eliges?
Marta Vicente Crespo, PhD, Director of the Institute of Biomedical Research 12 Marzo 2014, Ishaka
Son las doce y media de la noche y, aparte de una hora y media para comer a unas horas más españolas que ugandesas y diez minutos para encontrar el archivo donde tenía escrito esto, pegarlo y arreglar dos o tres gazapos, llevo trabajando desde las 9 en punto de la mañana. Porque me gusta mi trabajo…
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