domingo, 24 de marzo de 2013

Crisis…

Hoy me he ido a comer a un restaurante un tanto lejano por aquello de poner un poco a prueba el nuevo carro antes de que venga mi hermana y nos metamos por esos caminos de cebras y leones. El centro cultural Igongo está un poquito más allá de Mbarara. Solemos para allí a comer cuando salimos por la mañana de Kampala. Pilla bien, ya pasada la carretera en obras hasta Masaka y casi acabada la buena que sigue después. Desde allí a Ishaka queda poco más de una hora. Después se cruza Mbarara, pasando una poco prometedora construcción que supongo algún día acabará convirtiéndose en uno de tantos ejemplos de arte de rotonda, tan practicada en mi ciudad natal, Castellón de la Plana, también conocida como la ciudad de las rotondas, incluida la única escultura de rotonda que tras caerse ha hablado con el escultor para decirle que la dejara así, por tierra, que no quería levantar las manos al cielo nunca más. A la salida se gira a la derecha, porque si no te pasa como nos ocurrió a las tres pardillas hace unos meses, que casi acabamos en Ntungamo y, tras cruzar el siempre presente control policial que algún día causará algún accidente por poner semejante pedrolo en medio de la carretera sin iluminación alguna, piano piano porque la carretera es algo más estrecha, cruzando Kabwohe, Bushenyi y algún otro mini-pueblo más, se llega a Ishaka donde KIU recibe a los visitantes con sus techos y cartelones verdes.

Aún no nos habíamos sentado y ha llegado un grupo bastante numeroso de turistas. El centro cultural es parada habitual para mzungus. Le he visto la pinta al que iba de guía y me ha resultado sospechoso. Le he oído cuatro palabras en inglés y lo he tenido claro: español. Todos, entre diez y quince, eran españoles, algunos con acento andaluz, otros más de centro. Y yo pensando “Siempre que paro aquí hay turistas, pero los españoles por estas tierras de habla inglesa escasean. Hoy es domingo. Mi hermana está al caer, cuatro días, ¡es pascua! La remesa de los que tienen fiesta esta semana ha llegado ya a sus destinos. Dentro de unos días llegará la de aquellos que empiezan las vacaciones con el jueves y las alargan hasta que les dejan en su comunidad. El mismo día que mi hermana pero por la noche llega otro grupo de nueve, al menos parte de ellos valencianos, que han sabido de mí porque una amiga suya va a la peluquería donde yo he ido toda la vida, y allí coincidimos en enero; les dio mi contacto, a ver si nos vemos…”.

Mi amiga ha cometido la osadía de preguntarme por cómo andaban las cosas en España mientras íbamos de camino. Le he soltado una chapa de buena mañana que no veas. Ha sido rápida. “¿Todos estos son españoles? Ya veo. La crisis no afecta a todos por igual”.

Photo0007[1]

Ayer me fui a dar un paseo por el pueblo de al lado, Bushenyi, y me encontré con una sorpresa. Aceite de oliva tengo en casa desde que llegué pero, igual que el vinagre, es italiana. Ahora ya sé dónde encontrar el aceite español Sonrisa.

viernes, 22 de marzo de 2013

Snailer se ha encogido

Yo tenía una caravana, ¿recordáis? Fue como un sueño, algo corto para que fuera dulce, y casi se convirtió en una pesadilla cuando tuve que recurrir a un abogado para recuperar mi propio dinero. La historia acabó medianamente bien y, aunque a veces la echo de menos (sobretodo cuando tengo que limpiar mi casa), en Southwestern Uganda un caracol tan grande y pesado no tendría función alguna fuera de un museo, así que no me pesa haberla dejado atrás.

Lo que sí me ha pesado, sobre todo cuando he tenido visita, ha sido el no tener ruedas. En un país en el que la idea de transporte público es casi sinónimo de enlatar sardinas en trastos que se caen a trozos y vuelan por carreteras llenas de baches echando fuera de la calzada a cuanto individuo ose haber llegado antes al trozo de asfalto o barro por el que quieren pasar ellos, no tener un coche suponía tener que llevar una vida aún más ermitaña de la que mi naturaleza ha escogido.

Mi hermana viene a verme la semana que viene, ¡bieeeeeeen! No me daba la gana volver a pagar casi 1000 dólares por alquilar un coche en el que la ventanilla no baja o que es una enorme tragadera de fuel. He estado ahorrando para este momento desde que llegué. Me pasé tres días en Kampala persiguiendo RAV4s, más viejos, más nuevos, hasta que lo encontré. Tenía snailer escrito en la frente. Costó verificar que todo estaba bien. La Ugandan Revenue Authority tiene un problema con el sistema informático para gestionar las transferencias de coches y lo que está grabado en la oficina principal, no aparece cuando consultas los archivos desde el centro de Kampala. Yo siempre tengo que encontrar los agujeros del sistema, no matter what. Cuando se vio que todo estaba en orden, cambiamos cromos por llaves y, ¡tachán! Snailer 2.0 está listo para recibir a la pequeña de la familia y a su acompañante y llevarlos de road trip por la bellísima y de nuevo lluviosa Uganda.

Photo0003

Al salir de Kampala en dirección suroeste, antes de llegar a Masaka, se cruza el ecuador. Es un punto turístico en medio de la nada donde se juntan cuatro casas, un par de tiendas, dos o tres bares y algún hotel. En las horas centrales del día no hay ni una puñetera sombra. Tuvimos suerte y, al parar para una comida un tanto tardana incluso para Spanish standards, había un poco de sombra junto a uno de los bares. Comimos sentadas a metro y medio del coche, no por vigilarlo, sino para no asarnos al volver a subir.